“Queda mucho por destapar sobre los abusos sexuales”
La psicóloga acaba de publicar ‘La sociedad del abuso’, un recorrido por las causas y consecuencias de la violencia sexual a través de 12 testimonios
La psicóloga Mireia Darder en Madrid, en abril de 2019. Julián Rojas.
A Mireia Darder (Barcelona, 1959) la televisión la pone nerviosa, dice que para las cuestiones importantes la conversación reposada es la única forma de llegar a lo hondo, pensar y comprender. Esta psicóloga social acaba de publicar La sociedad del abuso (Rigden Institut Gestalt), “una zambullida”, dice ella, en sus consecuencias y en el sistema que permite y sostiene esta violencia. Lleva años trabajando con víctimas y decidió “quitar la manta a ese submundo que también está aquí, a nuestro lado”. Hombres, mujeres, niños y niñas. Pero sobre todo ellas. Darder hace un recorrido sociológico por la cultura occidental y recoge 12 testimonios, de 10 mujeres y 2 hombres, que ponen voz a distintas formas de abuso: aceptado como placer, intrincado en la rutina familiar o perpetrado a lo largo de décadas.
Pregunta. Encarna [uno de los testimonios del libro] da una definición sobre los abusos muy visual: “Es coger algo que sabes que no se te puede resistir, que sabes que lo puedes pisar. Es como mirar a una hormiga con la que puedes hacer lo que quieras”. Hay varias y se cuentan desde distintos ángulos, ¿cuál es el punto común?
Respuesta. Cada persona los vive de una forma y con unas circunstancias, pero hay una constante: existe una relación de desigualdad en la que una parte se aprovecha de la debilidad de la otra parte.
P. Algo que lo facilita hacia los niños y las mujeres.
R. Exacto. Los abusos infantiles por ejemplo son históricos. En la antigua Grecia los hombres mayores usaban sexualmente a los más jóvenes; en Roma se permitía al padre vender a su descendencia, o matarlos; en el siglo XVIII existió la creencia de que mantener sexo con ellos curaba enfermedades venéreas… Hasta los cincuenta no se empezó a hablar del maltrato a menores. El de las mujeres ha sido distinto, más “visible” [dibuja unas comillas con los dedos.
“Todo está estructurado desde el sistema patriarcal y aceptar los abusos sería aceptar la destrucción de ese sistema”
P. Hace referencia a una cifra de esa fecha: una de cada cuatro mujeres afirmó haber sido víctima de abuso sexual durante su infancia por parte de un hombre al menos cinco años mayor que ella.
R. Es uno de los datos del Informe Kinsey sobre sexualidad humana, en Estados Unidos [del entomólogo Alfred Kinsey junto a otros compañeros y dividido en dos tomos, uno sobre hombres y otro sobre mujeres, que publicaron entre 1948 y 1953. En aquel momento el propio autor prestó más atención a las relaciones prematrimoniales y extramatrimoniales que a esta realidad. Es parte del problema, que hace relativamente poco que hemos prestado atención, hemos estado siglos sin querer ver lo que ocurría y eso ha hecho que ahora sea muy difícil saber qué pasó y qué pasa.
P. En 2017 hubo 4.792 abusos sexuales, según el primer gran análisis detallado sobre la materia en España. Y la cifra de todos los delitos contra la libertad sexual fue de 11.692, la mitad de las víctimas fueron menores. ¿Cree que esos datos no reflejan la realidad?
R. No del todo. Esta revolución contra el silencio, con el Me Too en Estados Unidos, el Cuéntalo en España o los movimientos en América Latina, están haciendo visible lo que hasta ahora era invisible, por eso crecen las cifras, pero seguirán haciéndolo, porque queda mucho por destapar.
P. ¿Cuál cree que es la forma de hacerlo?
R. Dándole la vuelta a todo. Por ejemplo, dejando de poner el foco en la víctima y poniéndolo en el agresor. Estuve en un juicio en el que una mujer había denunciado a su padre por abusos en su infancia y a lo largo de parte de su vida, tuvo que demostrar que no estaba loca, literalmente, para que la creyeran. Hacen falta políticas educativas y preventivas para revertir esto, y yo repetiría sin cesar cuestiones como el estado de shock al que se enfrentan las víctimas en situaciones como estas, que no permiten medir su resistencia ante el abuso. Al final, todo está estructurado desde el sistema patriarcal y aceptar los abusos sería aceptar la destrucción de ese sistema.
INFORME SOBRE DELITOS SEXUALES
Año 2017
Fuente: Ministerio del Interior. EL PAÍS
P. En el libro hace alusión al capitalismo como parte del problema del sistema.
R. Tenemos una sociedad basada en él, ha hecho de la competitividad una interacción natural, empuja al hombre como ser superior, valida el abuso y convierte a los otros en objetos. La jerarquía funciona en todas las relaciones empresariales, organizativas, políticas, y también en las relaciones personales, A eso hay que sumar la violencia, extendidísima, hasta el punto de que las guerras se establecieron como forma de resolución del conflicto.
P. ¿Aquí cómo encaja la visión del sexo y el placer?
R. Pues exactamente como una guerra. El placer es lo opuesto al sacrificio y estamos tan anclados en esa idea del esfuerzo y el cansancio que lo hemos reprimido de alguna manera, pero sale por otro sitio.
P. ¿Se refiere a la pornografía?
R. Sí, es la forma que tienen nuestros instintos de escapar por la trastienda. El patriarcado propicia las relaciones heterosexuales, casi siempre dominantes y monógamas. Y da oscuridad a algo tan natural como el sexo. Los niños no tienen información sobre el sexo, lo relegamos y escondemos, no lo naturalizamos. Las mujeres, además, venimos de generaciones que han tenido que callar respecto a todo, también en esto. Aunque ese silencio ya se rompió.
P. ¿Cree que el impulso que ha dado el feminismo a la visibilización de la violencia sexual contra las mujeres ha arrastrado también a la denuncia de los abusos a menores?
R. Claro, pero hace falta más, dejar claras cuáles son las bases y las creencias que permiten todo esto, por ejemplo.
P. Ya ha hecho referencia a algunas de ellas: la heterosexualidad monógama, la negación del deseo y el placer que llevan a la violencia, el sufrimiento para conseguir el éxito, el silencio y la desigualdad. ¿Cuáles son las otras?
R. Que los hombres no pueden contener sus instintos sexuales, que los más pequeños no tienen sexualidad, que es algo que introdujo el catolicismo al equipararlos con los ángeles, que no tienen sexo. O que los niños y niñas son propiedad de sus padres, una idea sobre la que se cometen las mayores atrocidades, como incestos, violaciones, maltrato o la prostitución de las propias hijas.
P. Esas atrocidades, como las acaba de definir, y precisamente por serlas, son las que la sociedad ha ocultado, ¿por qué cree que se niega esta parte de la realidad, cada vez más documentada y más visible?
R. Negamos lo que no somos capaces de asumir. Pero al negar eso lo que hacemos es alejar los propios hechos, y nos disociamos de ellos, como si no fueran con nosotros. Nos falta valentía para admitir dos cosas: la cultura patriarcal y la capacidad humana para provocar daño.
P. Hay voces que afirman que aceptar esto como parte de la sociedad es posicionar a las mujeres como víctimas por norma.
R. Colocarnos en un lugar donde se nos presupone incapaces de defendernos es un error, pero la realidad es la que es, que la mayoría de los abusos los cometen hombres y la mayoría de abusadas son mujeres y niños, y en el caso de los menores sí existe indefensión.
P. ¿Es eso seguir poniendo el foco en la responsabilidad de las mujeres?
R. Pues sí… Y eso es precisamente una de las cosas urgentes que cambiar. Hacen falta leyes, políticas, educación afectivo-sexual y sobre todo, hacernos responsables de la sociedad que estamos creando, todos y todas. Hagámonos cargo de que somos una especie que agrede y compite, pero también que es capaz de respetar, amar, cooperar y sentir placer y empatía.